martes, 1 de marzo de 2016


Debo a Borges, como tantas cosas, el conocimiento de Muerte y Transfiguración de Martín Fierro. En esa obra, Martínez Estrada, además de analizar en profundidad todos los aspectos involucrados en el poema, promueve una lectura original, en otras muchas cosas, de la relación entre Fierro y Cruz. Ese nuevo enfoque que inspira en Borges un cuento memorable ("Biografía de Isidoro Tadeo Cruz") postula la usurpación de la identidad de Fierro por parte de Cruz. Una partida debe prender a un hombre acusado de varias muertes. El criminal lejos de entregarse, resiste, dejando fuera de combate a muchos soldados, es entonces que el jefe pronuncia la frase decisiva:"¡Cruz no consiente /que se cometa el delito/de matar a un valiente!" Juntos, ahora, ponen en fuga al resto de los soldados. Este pasaje del Poema ha sido leído desde el principio como el encuentro de dos rebeldes. Cruz se ve reflejado en Fierro y descubre de que lado debe ubicarse, convirtiéndose él mismo en un rebelde, iniciando, entonces, una vida juntos. En consonancia con esta visión, también Borges señala como una situación similar la liberación de prisioneros por parte de Don Quijote. Sin embargo Martínez Estrada postula una interpretación inversa: El sargento abandona la partida porque siente que está perdido y prudentemente se pasa al bando vencedor. Culmina así una vida en la que observó una ética miserable. Así se explica que no le moleste que su mujer se entienda con el Comendante, pero proteste porque lo manda a distintos lugares lejanos para deshacerse de él "sin darme ni un cobre". Cuando Cruz fallece, se consuma la sustitución, Fierro deja de ser él y se convierte en el otro. Pero también muere entre los indios el gaucho matrero cuya ciencia es la rebeldía, naciendo el viejo que da consejos ("total no me cuesta nada", Borges dixit) y que necesita justificarse de sus crímenes en un largo pasaje en romance (como si el poeta no hubiera querido manchar las sextinas utilizadas en el resto del Poema, con esa confesión dictada por un abogado leguleyo). Para Martínez Estrada esta degradación del héroe en su contracara (cara-Fierro/cruz-Cruz) está en consonancia con el itinerario político de de Hernández. El rebelde que escribió "El Gaucho Martín Fierro", a cuya cabeza deseaba Sarmiento ponerle precio, devino en el senador provincial que se ha integrado plenamente a la máquina política de Roca, y como miembro de esa entidad defiende contra Alem la federalización de Buenos Aires. Atrás quedaron sus luchas que lo hicieron participar en la revolución jordanista. El alter ego repite a Hernández. Esta lectura me fascinó durante mucho tiempo, fascinación fomentada por Borges a través de los dos cuentos que tienen que ver con el Poema: "El Fin" y el ya citado "Biografía…" También influido por Borges, reprobé la atribución de un carácter épico por parte de Lugones. Sin embargo tal creencia no me impedía escuchar resonancias clásicas en la musa de Hernández. Mis audiciones me llevaban a Aquiles y al acontecimiento que lo hace volver a la lid. En ese sentido la muerte de Cruz podía parangonarse con la de Patroclo. Tiempo después otra revelación me llevó por diverso camino. Lo transité de la mano de Leopoldo Marechal y Leonardo Castellani. Ambos muestran la muerte de Cruz como el renacimiento de Fierro y no como su muerte a manos del impostor. Lo substancial en el Poema, para ambos, es la hazaña que lleva a cabo Fierro cuando llora a Cruz: el rescate de la Cautiva. Tal acto lo redime, pudiendo entonces, volver con los cristianos ya purificado. Marechal enfatiza que la posición de Fierro abrazado a la tierra le permite entrever su proeza. La proximidad con su suelo asegura la energía necesaria para la gesta. Nuevamente me dirijo a la cultura clásica y al mito de Anteo, aquél que podía enfrentar con éxito a Heracles mientras estaba en su tierra, pues cuando caía, al tocar el suelo éste renovaba su fuerza. Si Fierro fuera Cruz, como pretende Martínez Estrada, hubiera hecho oídos sordos a los gritos de la cautiva, pues en realidad era cuestión de indios y en ese territorio regía su ley. Sin embargo arriesga su vida y rescata a la cautiva, obligándose además a regresar con los cristianos. Se redimía y también rompía con el mundo de las tolderías. Ahora podía volver porque había purgado sus pecados. Como si unos hilos invisibles me condujeran en la misma dirección. Leí, recientemente, en la historia de Galasso otra interpretación de la trayectoria política de Hernández. En efecto, la adhesión al PAN de Roca no era una claudicación sino la conducta indicada por sus convicciones. La liga de Gobernadores que lleva al triunfador de Ñaembé (paradójicamente la batalla en la cual son derrotados los jordanistas como Hernández) a la presidencia, encarna el programa político del federalismo provinciano que había liderado y luego traicionado Urquiza. En el debate con Alem, éste representa, según Galasso, la política centralista de Buenos Aires, que llevó hasta sus últimas consecuencia Mitre. Puede pensar el lector que esta última lectura me satisface y que ya tomé partido por ella. Por el contrario puedo presentar ambas posiciones con la misma convicción como, también, refutarlas. En la conferencia "Qué es poesía", Borges presenta un verso de Quevedo: "y su epitafio la sangrienta luna", como uno de los más memorables de la lengua. Hay una emoción en su voz que el texto escrito no puede reflejar. Dice además: Aquí está lo esencial: su ambigüedad. Si para él es una virtud esencial de la poesía, no estoy sorprendido con mi indecisión.

No hay comentarios:

Publicar un comentario